Red Line es capaz de mantener un interés constante gracias a su habilidad para dosificar datos de la mayor importancia de forma concisa y clara. Invita al espectador a participar en un inquietante juego de pistas en el que es fácil empatizar con los protagonistas, construyendo hipótesis y alcanzando cada revelación a la par que ellos. Los actores están estupendos y Manuel Monteagudo destaca por la naturalidad con la que aporta credibilidad a una trama que no deja de sorprender según avanza.